Los alquimistas eran algo así como los químicos de hace cientos de años. Ellos lograron un alto grado de conocimiento mediante la experimentación con múltiples sustancia y contribuyeron en muchos descubrimientos que hoy utilizamos casi a diario. Pero los alquimistas también son conocidos por su incansable búsqueda de la piedra filosofal que transmute metales comunes en oro y el elixir de la vida que otorgue juventud eterna.
En estudio de restos arqueológicos del siglo XVI, se ha encontrado un “metal misterioso” entre los secretos de un alquimista europeo del Renacimiento.
Los restos en los que se centra la investigación consisten en cinco fragmentos -cuatro de vidrio y uno de cerámica- hallados durante una excavación realizada entre 1988 y 1990 en el emplazamiento de Uraniborg, un antiguo castillo situado en la isla de Ven (Suecia).
El castillo fue residencia y observatorio del astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601), conocido también por su interés por la alquimia. De hecho, Brahe equipó Uraniborg con un laboratorio alquímico de última generación cuando se erigió en 1580 en Ven, que históricamente estuvo bajo dominio danés.
Tras la muerte de Brahe, un decreto real ordenó la demolición de Uraniborg. Sólo algunos restos del laboratorio alquímico, como los cinco fragmentos, han sobrevivido hasta nuestros días.
Investigación en el laboratorio alquímico de Brahe
En el último estudio, el experto en arqueometría Kaare Lund Rasmussen, del Departamento de Física, Química y Farmacia de la University of Southern Denmark, realizó un análisis químico de los fragmentos. El objetivo de la investigación era arrojar nueva luz sobre el laboratorio alquímico de Uraniborg.
Los alquimistas de la época de Brahe eran muy reservados y no compartían sus conocimientos con los demás. Por ello, poco se sabe de las actividades que el astrónomo y alquimista realizaba mientras trabajaba en su laboratorio.
Sólo se conservan algunas de sus recetas alquímicas. De las pruebas disponibles se deduce que Brahe formaba parte de un grupo de alquimistas cuyo objetivo era desarrollar medicinas para tratar enfermedades de la época, como la peste, la sífilis y la lepra. Esto lo separaba de los alquimistas que buscaban producir oro a partir de metales y minerales menos valiosos.
Poul Grinder-Hansen, conservador del Museo Nacional de Dinamarca y coautor del estudio, dijo en un comunicado de prensa:
“Puede parecer extraño que Tycho Brahe se dedicara tanto a la astronomía como a la alquimia, pero cuando se comprende su visión del mundo, tiene sentido.
Creía que había conexiones evidentes entre los cuerpos celestes, las sustancias terrestres y los órganos del cuerpo”.
Buscaban sustancias químicas en contacto con los recipientes hallados
El objetivo del análisis químico realizado en el estudio era detectar cualquier rastro de sustancias químicas con las que hubieran estado en contacto los recipientes originales de vidrio y cerámica de los que procedían los fragmentos.
El análisis detectó niveles significativos de nueve oligoelementos en la superficie interior o exterior de los fragmentos. Se trata de níquel, cobre, zinc, estaño, antimonio, wolframio, oro, mercurio y plomo.
Se sabe que cuatro de estos elementos -cobre, antimonio, oro y mercurio- se utilizaron en las tres recetas conservadas de los tratamientos medicinales de Brahe.
Según los autores del estudio, estos preparados podrían haberse elaborado en el laboratorio alquímico de Ven, pero añaden que la presencia de estos elementos no constituye una prueba definitiva de que se utilizaran para fabricar los medicamentos de Brahe.
Los otros cinco elementos no se mencionaban en las recetas conservadas y son, por tanto, posibles residuos de experimentos alquímicos de carácter “desconocido”, dijeron los autores.
Los investigadores del estudio escribieron:
“Los resultados del presente trabajo ofrecen una primera visión única del trabajo alquímico del laboratorio de Tycho Brahe en Ven”.
La mayoría de los elementos detectados en cantidades significativas en los fragmentos no son necesariamente sorprendentes. Por ejemplo, el oro y el mercurio se utilizaban con frecuencia para tratar una serie de dolencias, al menos entre la élite de la época.
El wolframio no había sido descrito en esa época
Rasmussen afirma:
“Pero el wolframio es muy misterioso. El wolframio ni siquiera se había descrito en aquella época, así que ¿qué debemos deducir de su presencia en un fragmento del taller de alquimia de Tycho Brahe?”.
El wolframio no se identificó formalmente como un elemento nuevo ni se aisló hasta unos 180 años después de la muerte de Brahe, lo que plantea la cuestión de cómo acabaron sus trazas en los fragmentos. El wolframio se encuentra de forma natural en algunos minerales, pero hasta la fecha no se ha hallado en la naturaleza en estado puro.
¿Cómo conocían la existencia del wolframio antes de su descubrimiento oficial?
Una posible explicación de su presencia en los fragmentos, según los investigadores, es que dicho mineral debió sufrir algún tipo de tratamiento en el laboratorio de Uraniborg que separó el wolframio, sin que Brahe lo supiera.
Otra posible explicación sugiere que Brahe podía conocer la existencia del wolframio, aunque no con ese nombre. En la primera mitad del siglo XVI, el mineralogista alemán Georgius Agricola informó de que había observado una sustancia inusual en el mineral de estaño de la región de Sajonia. Agricola llamó a esta sustancia “wolframio”, que significa «espuma de lobo» en alemán. Más tarde se le dio el nombre de tungsteno en inglés.
Rasmussen dijo:
“Quizá Tycho Brahe había oído hablar de esto y, por tanto, conocía la existencia del wolframio. Pero esto no es algo que sepamos o podamos afirmar basándonos en los análisis que he realizado. Es simplemente una posible explicación teórica de por qué encontramos wolframio en las muestras”.
Los hallazgos de la investigación han sido publicados en la revista Heritage Science.
[FT: HS]
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El sabia a donde iba y que buscaba.
Los oligoelementos esenciales
Flúor, Yodo, Selenio y Silicio (metaloides), Cromo, Cobalto, Hierro, Litio, Manganeso, Molibdeno, Níquel, Cobre, Estaño, Vanadio y Zinc (metales).
Cuando por diversas causas se produce una carencia de oligoelementos, se producen síntomas o enfermedades. Si se complementa la alimentación con el oligoelemento o los oligoelementos deficitarios antes de que la enfermedad cause daños irreversibles, se reequilibra el metabolismo y, por lo tanto, se vuelve a recuperar la salud (o se detiene la evolución de la enfermedad), como sucede con las vitaminas cuando éstas se administran en estados carenciales.