Con base en un análisis de cientos de especímenes conservados de aves procedentes de colecciones de museos de todo el mundo, un equipo de científicos ha descubierto un “patrón oculto” en las plumas de las aves, o como lo definen: “un conjunto específico de reglas en las plumas que subyacen a la fuerza del vuelo”.
Estas reglas recién descubiertas permiten a los científicos predecir mejor qué dinosaurios también podían volar.
Jingmai O’Connor, paleontóloga del Field Museum of Natural History, dijo en un comunicado:
“Los dinosaurios terópodos, incluidas las aves, son uno de los linajes de vertebrados más exitosos de nuestro planeta. Una de las razones de su éxito es el vuelo. Otra de las razones son probablemente sus plumas, porque son estructuras muy versátiles”.
Sus nuevos datos podrían zanjar algunos viejos debates paleontológicos sobre si el vuelo evolucionó en los dinosaurios en más de una ocasión.
Examinando las plumas de las alas de 346 especies diferentes de aves procedentes de museos de todo el mundo, el ornitólogo Yosef Kiat, del Field Museum of Natural History, descubrió una tendencia interesante. Desde el colibrí más diminuto hasta el águila más feroz, todas las aves voladoras tenían entre 9 y 11 plumas de vuelo asimétricas llamadas primarias.
Pero el número de plumas primarias en las aves no voladoras variaba enormemente. Los emús carecen de ellas por completo, mientras que los pingüinos se engalanan con 40.
Kiat dijo:
“Es realmente sorprendente que, con tantos estilos de vuelo que podemos encontrar en las aves modernas, todas compartan este rasgo de tener entre nueve y once plumas primarias. Y me sorprendió que nadie parece haber encontrado esto antes”.
El número de primarias, junto con la simetría de las plumas y las proporciones de las alas, reflejan con exactitud la capacidad de vuelo de todas las aves modernas conocidas.
Algunos dinosaurios podían volar
Analizando fósiles de hasta 160 millones de años de antigüedad, los investigadores determinaron qué ancestros de las aves compartían estos rasgos y, por tanto, era probable que pudieran volar. De 35 especies distintas de aves extinguidas, Kiat y O’Conner identificaron algunas que tenían las plumas adecuadas para volar y otras que no.
Entre ellas se encuentra el Archeopteryx, considerado uno de los primeros animales parecidos a las aves. Aunque existe un debate sobre la verdadera relación entre el Archeopteryx y las aves, los diminutos dinosaurios de cuatro alas llamados Microraptores también tenían estas características, a pesar de no estar directamente relacionados con las aves en absoluto.
O’Connor explica:
“Hace poco que los científicos se dieron cuenta de que las aves no son los únicos dinosaurios voladores”.
Curiosamente, Caudipteryx poseía el número correcto de plumas primarias, pero eran casi completamente simétricas, lo que descarta “casi con toda seguridad” el vuelo. Los investigadores especulan con la posibilidad de que el antepasado de Caudipteryx pudiera volar, pero que el género hubiera perdido esta capacidad desde entonces.
O’Connor afirma:
“Nuestros resultados parecen sugerir que el vuelo sólo evolucionó una vez en los dinosaurios”.
Su análisis indica que la anatomía necesaria para volar evolucionó en una especie ancestral de todos estos grupos de pennaraptoranos antes de que se diversificaran. Algunos, como Caudipteryx, dejaron de volar muy pronto. Otros, como los microraptores, conservaron el vuelo pero acabaron en un callejón sin salida evolutivo. Otros se convirtieron en aves modernas.
Kiat y O’Connor señalan que las afirmaciones que sugieren que el vuelo evolucionó varias veces en los dinosaurios se basan únicamente en datos esqueléticos.
Los investigadores escribieron en su artículo:
“Creemos que es imposible evaluar el potencial de vuelo de los pennaraptorans no avianos sin examinar la estructura de las plumas que forman el ala”.
Creen que todavía no se han encontrado las primeras etapas de la evolución de las alas en nuestros registros fósiles, por lo que es poco probable que ésta sea la última palabra en el debate.
Los hallazgos de la investigación han sido publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Fuente: fieldmuseum.org
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Crédito imagen de portada: depositphotos.com
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