Un importante académico y científico se ha referido a un próximo colapso de la población mundial, calificándolo como “inevitable” y causado en parte por el cada vez más excesivo consumo de recursos del planeta.

William E. Rees, catedrático emérito de la University of British Columbia, es autor de más de 150 artículos revisados por expertos sobre crecimiento y desarrollo socioeconómico. A lo largo de sus décadas de trabajo, se le atribuye incluso la acuñación de la expresión “huella ecológica”.

En un nuevo estudio, vuelve a advertir de que nuestro consumo insostenible de recursos y el crecimiento exponencial de la población han “impulsado a la sociedad tecnoindustrial moderna a un estado de sobregiro avanzado”. Por ello, cree que es “inevitable” que el mundo sufra una recesión económica global y una disminución de la población este siglo.

Todo se reduce a los recursos finitos que consumimos sin descanso como sociedad tecnoindustrial moderna en un intento de crear un crecimiento económico continuo.

¿Hemos ya alcanzado el punto de ruptura?

Rees sostiene que todas las especies animales -incluido el Homo sapiens- están naturalmente predispuestas a crecer y reproducirse hasta que su hábitat alcanza un punto de ruptura. Con el tiempo, cualquier animal llegará a un punto en el que su abundante población provoque un consumo excesivo y la degradación del hábitat, provocando escasez de alimentos, enfermedades o depredación. Esta retroalimentación negativa golpea a la población, haciéndola retroceder por debajo de la capacidad de carga a largo plazo del hábitat. Con el tiempo, los recursos se repondrán y el hábitat se reparará, comenzando de nuevo el ciclo.

Crédito de imagen: Bing IA

Sin embargo, los humanos se han encontrado en una situación especialmente delicada. Cuando la humanidad consiguió aprovechar el poder de los combustibles fósiles, sobre todo a partir del siglo XIX, desencadenó un periodo de abundancia de alimentos y recursos sin precedentes. Siguió un boom demográfico mundial. En los últimos 200 años, la población pasó de 1.000 millones a 8.000 millones.

Ahora, el suministro de esos combustibles fósiles empieza a agotarse y no podrá reponerse pronto. Simultáneamente, el uso prolífico de combustibles fósiles ha alterado el planeta de forma irreparable.

Rees escribe:

“La abundancia generada por los combustibles fósiles permitió al H. sapiens experimentar, por primera vez, un ciclo único de auge y caída de la población mundial. Se trata de un ciclo ‘único’ porque fue posible gracias a las enormes reservas de recursos autoproductores potencialmente renovables y a los recursos no renovables finitos, incluidos los combustibles fósiles, que se han agotado en gran medida. No es posible repetirlo”.

Rees agrega:

“Al optar por la industrialización, el Homo sapiens asumió inconscientemente un compromiso con la impermanencia. Adoptamos un modo de vida autoterminante, en el que los recursos finitos que hacen posible nuestra existencia industrial resultarían inevitablemente insuficientes para ello”.

¿Viene un drástico descenso de la población mundial?

Otros muchos estudios prevén un descenso de la población mundial en el próximo siglo. En 2020, un enorme estudio publicado en The Lancet sugería que la población mundial crecerá en las próximas décadas y alcanzará su máximo en 2064, con unos 9.700 millones de personas, antes de descender a 8.800 millones en 2100. Otros autores han sido más extremistas y han sugerido que la población mundial podría descender hasta los 6.000 millones de personas a finales de siglo.

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Rees cree que el agotamiento de los recursos y la consiguiente “corrección demográfica” podrían ser complicados. Si no se controla, el problema puede suponer un misterio para miles de millones de personas en forma de “reducción de la producción de bienes, desempleo masivo, ruptura de las cadenas de suministro, caída del PIB, disminución de los ingresos personales, servicios sociales desbordados”. En el peor de los casos, podría producirse un colapso total de la sociedad. En cualquier caso, es probable que se produzca un descenso de la población.

Rees explica:

“No es seguro que la alta tecnología industrial pueda perdurar en ausencia de abundante energía barata y de ricas reservas de recursos, la mayoría de los cuales se habrán extraído, utilizado y disipado. Es muy posible que, en el mejor de los casos, el futuro se alimente de energías renovables, pero en forma de músculo humano, caballos de tiro, mulas y bueyes, complementados por ruedas hidráulicas mecánicas y molinos de viento”.

Rees agrega:

“En el peor de los casos, los cerca de mil millones de supervivientes se enfrentarán a un retorno al estilo de vida de la Edad de Piedra. Si éste fuera el futuro de la humanidad, no sobrevivirían los urbanitas sofisticados, sino los pobres rurales preadaptados y las bolsas de pueblos indígenas que aún quedan”.

Entonces, ¿qué podemos hacer ante este sombrío destino? Rees había argumentado anteriormente que podríamos evitar el desastre total reduciendo nuestra huella ecológica y poniendo fin a los sueños de crecimiento material perpetuo. En su último artículo, sin embargo, no se muestra tan optimista.

Rees explica:

“Cabría esperar que una especie social inteligente ideara anulaciones culturales para frenar tendencias expansionistas potencialmente peligrosas en un planeta finito. Sorprendentemente, ocurre todo lo contrario.

En el mejor de los mundos posibles, toda la transición podría gestionarse de forma que se evitara el sufrimiento innecesario de millones (¿miles de millones?) de personas, pero esto no está ocurriendo -y no puede ocurrir- en un mundo ciego a su propio predicamento”.

Los hallazgos de la investigación han sido publicados en la revista World.

[H/T: iflsci]

Crédito imagen de portada: depositphotos.com

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