De acuerdo a una reciente investigación que ha estudiado a cientos de perros que vagan libremente por las ruinas de la planta de energía nuclear de Chernóbil, se ha determinado que la exposición a la radiación los hizo “genéticamente distintos” de otros perros en otras partes del mundo.
Hace casi 40 años, la peor catástrofe nuclear del mundo convirtió la ciudad ucraniana de Pripyat y su cercana central nuclear, Chernóbil, en una zona radiactiva y, sorprendentemente, décadas después, en un refugio para la fauna salvaje.
Lobos, caballos salvajes, aves, bisontes, alces, ranas y perros deambulan entre los edificios de hormigón en ruinas y los bosques circundantes de lo que ahora es esencialmente una de las mayores reservas naturales de Europa. Donde huyeron los humanos, crecieron las plantas.
Un nuevo análisis genético realizado por un equipo internacional de investigadores sobre los clanes caninos de la región podría sentar las bases para saber cómo la contaminación que ha cubierto el paisaje puede haber afectado a su ADN a lo largo de las generaciones.
Los científicos se preguntan desde hace tiempo qué efectos pueden haber tenido décadas de exposición a dosis bajas de radiación en la fauna salvaje de la zona.
Algunos estudios han apuntado a fuertes descensos en las poblaciones de aves y a un aumento de las mutaciones genéticas entre ciertas especies en los lugares con mayores niveles de radiación. Pero otras investigaciones han encontrado pocas pruebas de tales efectos de la radiación.
Una cuestión no resuelta que contribuye a la confusión es si los animales están absorbiendo pequeñas cantidades de radiación persistente a niveles apenas perjudiciales o si están heredando diferencias observadas de generaciones anteriores que experimentaron la explosión. O ambas cosas.
Teniendo en cuenta que es probable que los animales hayan entrado y salido de la zona contaminada a lo largo de los años, se trata claramente de un experimento natural desordenado, pero que podría ser enormemente útil para mejorar nuestra comprensión de los efectos de la radiación en la biología.
El estudio genético
Al caracterizar las distintas poblaciones de perros que viven en Chernóbil y sus alrededores, este último estudio genético proporciona una mejor base para comparar los cambios en la especie.
Es posible que algunos de estos perros desciendan de las mascotas que dejaron atrás los evacuados, pero no está claro cuántas poblaciones quedan o cuán diversas son, ni si difieren de otros perros asilvestrados de Ucrania y países adyacentes.
Timothy Mousseau, biólogo de la Universidad de Carolina del Sur, y sus colegas, escriben en el artículo publicado:
“Antes de poder aislar los efectos de la radiación en el genoma completo de esta población de otros factores influyentes, es preciso conocer la demografía y la historia de la propia población”.
Los grandes mamíferos, como los perros y los caballos, son de especial interés porque los efectos sobre su salud podrían ilustrarnos sobre lo que podría ocurrir cuando los humanos regresen.
La radiación sigue emanando del área conocida como la Zona de Exclusión de Chernóbil, que se extiende unos 2.600 kilómetros cuadrados alrededor de la ruinosa central.
Población de perros silvestres ha aumentado
A pesar de la radiactividad, el número de perros asilvestrados ha ido en aumento, lo que ha llevado a la creación de la Iniciativa de Investigación sobre Perros de Chernóbil (CDRI, por sus siglas en inglés), que ha proporcionado atención veterinaria a estos perros desde 2017.
Se calcula que más de 800 perros viven en Chernóbil y sus alrededores, a menudo alimentados por los trabajadores de la central que vuelven para mantener las instalaciones. Existen en tres poblaciones distintas, aunque este nuevo análisis reveló una sorprendente cantidad de solapamiento genético y lazos de parentesco entre ellos.
Una población vive en la propia central; la segunda ocupa la ciudad de Chernóbil, una zona residencial abandonada a unos 15 kilómetros de la central; y la tercera vive a 45 kilómetros, en Slavutych, una ciudad relativamente menos contaminada donde aún residen algunos trabajadores de la central.
Durante dos años, los veterinarios del CDRI recogieron muestras de sangre de 302 perros callejeros de las tres poblaciones, que luego analizó Gabriella Spatola, estudiante de doctorado de la Universidad de Carolina del Sur.
Spatola, Mousseau y sus colegas identificaron tres grupos familiares principales entre los perros de Chernóbil, el mayor de los cuales abarcaba las tres zonas geográficas donde se recogieron las muestras.
Según su parentesco genético, parece que estos perros se desplazan de un lugar a otro, viven cerca unos de otros y se reproducen libremente.
El historial de mezclas entre las tres poblaciones de Chernóbil, evidente en sus genomas, indica “que los perros han existido en la región de Chernóbil durante un largo periodo de tiempo, posiblemente desde la catástrofe, o incluso antes”, escriben Mousseau y sus colegas.
Los análisis comparativos mostraron que los perros de Chernóbil también son genéticamente distintos de los perros criados en libertad en Europa del Este, Asia y Oriente Medio.
Sin embargo, se han producido algunas entradas de material genético de perros modernos, como los mastines, en algunas poblaciones de Chernóbil. Los investigadores sospechan que esto puede deberse a que los residentes y sus mascotas han empezado a mudarse de nuevo a la ciudad de Chernóbil.
Lo interesante para futuros estudios es que las tres poblaciones de perros de Chernóbil han estado expuestas a distintos niveles de radiación.
El siguiente paso, dicen los investigadores, será diseñar estudios más amplios “destinados a encontrar variantes genéticas críticas que se hayan acumulado durante más de 30 años en este entorno hostil y contaminado”.
Si nos atenemos a los estudios realizados hasta ahora sobre la fauna de Chernóbil -y basándonos en lo que sabemos sobre cómo las exposiciones ambientales pueden heredarse como grabados moleculares en el genoma de un organismo-, los científicos tendrán dificultades para extraer conclusiones claras que resuelvan sus debates de una vez por todas.
Los hallazgos de la investigación han sido publicados en Science Advances.
Crédito imagen de portada: depositphotos.com
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