El físico Harry Cliff, de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), opina que los próximos años revelarán si somos capaces de incrementar nuestros conocimientos sobre la naturaleza o si, por primera vez en la historia de la ciencia, nos enfrentaremos a preguntas a las que no podremos responder, informa ‘The Independent‘.
La tesis de Cliff se basa en los dos números que son responsables de toda la materia y estructuras que observamos en el cosmos y, si fueran ligeramente diferentes, el universo sería un sitio vacío, sin vida.
El primer número peligroso lo representa la fuerza conocida como el campo de Higgs, la energía invisible que se parece a otros campos magnéticos que rodean al cosmos. Mientras las partículas atraviesan el campo de Higgs, reciben masa y se convierten en protones, neutrones y electrones, la materia que nos compone y que da forma a todo lo que vemos a nuestro alrededor. “[El campo de Higgs] es 10.000 billones más débil de lo que debería ser y ese valor es crucial porque, si fuera ligeramente distinto, no habría estructuras físicas en el universo”, destaca Cliff.
El segundo número peligroso destacado por el científico tiene que ver con la fuerza de la energía oscura, que “no sabemos qué es, aunque su mejor definición es que se trata de la energía del espacio vacío”, señala el físico, quien asegura que debería ser 10.120 más fuerte de lo que observamos. Ese número es mayor que cualquier otro que conocemos en la astronomía y supera la cantidad de átomos que contiene el universo. Las fuerzas fundamentales que unen esos átomos no podrían contrarrestar la energía oscura y, por consiguiente, nunca formarían las galaxias, las estrellas y los planetas.
Para obtener respuestas a las preguntas y aclarar sus dudas, los científicos tienen que descubrir nuevas partículas que confirmen la existencia de un multiverso y solo pueden realizar esa labor en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés). Cliff sostiene que, si los físicos no encuentran estas partículas en los próximos dos o tres años —antes de que el CERN cierre sus puertas para renovarse—, podría suponer el comienzo del fin de la física.
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