Una sesión de ouija practicada por unas inocentes escolares, fue el inicio de uno de los casos paranormales más dramáticos de España, cuyos fenómenos fueron incluidos en el reporte policial por los mismos agentes que los presenciaron.
El Enigmático Tablero Ouija
La Ouija es un tablero que lleva inscrito las letras del abecedario, números correlativos y las palabras Si y No. Requiere de una plancheta o cursor que se desliza sobre la superficie del tablero para deletrear las respuestas que supuestamente provienen de espíritus. En algunos casos suele utilizarse una copa o pequeño vaso de vidrio. El origen de este instrumento de comunicación con el más allá es poco preciso, aunque la prueba más antigua que se tiene conocimiento fue hallada en China 1200 a.C., que consistía en una caja de arena en el que los sabios deslizaban un palo a su alrededor para realizar consultas. Otras fuentes aseguran que Pitágoras realizó sesiones de espiritismo con un artefacto que él denominó «tablero místico».
El uso de este medio de comunicación con los muertos se popularizó a fines del siglo XIX, cuando las corrientes espiritistas empezaron tener auge en Europa. Numerosos personajes de la sociedad científica y literaria fueron asiduos participantes en estas sesiones, incluyendo a connotados líderes políticos.
En 1890 los empresarios Elijah Bond y Charles Kennard presentaron en la oficina de patentes una tabla con el alfabeto escrito, que según ellos servía para comunicarse con los muertos. El funcionario encargado les exigió realizar una prueba para confirmar su utilidad, y en una improvisada sesión demostraron que el tablero funcionaba. El nombre es la unión de las palabras OUI y JA (Si, en francés y alemán).
Después de las dos guerras mundiales la demanda por este tablero se incrementó considerablemente, debido al deseo de los deudos en intentar comunicarse con sus seres queridos fallecidos en los campos de batalla. Sin embargo, muchos ocultistas advirtieron que la ouija no era ningún juego y utilizarlo sin conocimiento podía representar un riesgo para sus experimentadores.
En la década de 1960, la empresa Parker Brothers compró la patente de la Ouija para posteriormente iniciar su producción. Las ventas llegaron a superar a las del emblemático Monopoly de la misma compañía.
El temor por la práctica de la ouija y sus consecuencias se incrementó en 1973, después que el director William Friedkin estrenara la película El Exorcista. Se trata de un drama basado en un caso real ocurrido en 1949, en el que un adolescente llamado Roland sufre una posesión después de jugar con el tablero.
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La película puso sobre el tapete los verdaderos peligros de la ouija en manos inexpertas y provocó temor en quienes la utilizaban como un juego. Sin embargo, esta fama la hizo más atractiva entre los jóvenes que empezaron a practicarla de manera clandestina en lugares con mayor riesgo como cementerios o casas abandonadas.
Alarma en Vallecas
En la madrugada del 19 de noviembre de 1992, una patrulla de la policía de Vallecas (Madrid), acudió a una llamada urgente realizada a la central de emergencias desde la calle Luis Marín. El grupo de policías al mando del inspector José Pedro Negri, dieron el encuentro a una aterrorizada familia que prefirió soportar la fría noche en la calle. El jefe de la familia llamado Máximo Gutiérrez Palacios, informó que unos extraños sucesos que se habían intensificado unos días antes en la casa, se habían tornado tan insoportables que era imposible la permanencia en el lugar. Después de tranquilizarlos, los policías acompañaron a la familia a ingresar a su hogar.
Una hora después, la central de emergencias recibió otra llamada desesperada. Esta vez era el mismo inspector Negri para informar con la voz entrecortada que había sido testigo de una serie de fenómenos totalmente inexplicables. El grupo de policías que se había hecho presente en el lugar estaba tan aterrorizado como la misma familia que los llamó.
Una Frustrada Sesión de Ouija
La historia se inició en marzo de 1990 cuando Estefanía Gutiérrez Lázaro, la tercera de seis hermanos, se dirigía al Colegio Público Aragón de Vallecas ubicado a unos cuantos minutos de su casa. Todo indicaba que sería un rutinario día de clases, pero el destino quiso que una mala decisión marcara su vida para siempre. La profesora de uno de sus cursos no pudo asistir a la clase y una amiga de Estefanía le propuso aprovechar el tiempo libre en una sesión de ouija para contactar a su novio recientemente fallecido en un accidente de tránsito. Estefanía ya había practicado antes la ouija y no se sintió incómoda en aceptar la petición.
Las tres amigas se congregaron en los baños y se sentaron frente al tablero con números y letras. Colocaron el dedo índice sobre una pequeña copa de vidrio y guardaron silencio por un instante para concentrarse en el joven fallecido. Una de ellas empezó a invocarlo, pero un repentino estrépito interrumpió la sesión. La profesora Dolores Molina que las había estado buscando las sorprendió con la ouija y las reprendió para que volvieran a su aula. Ella les arrebató el tablero, pero en la copa que había quedado en el piso empezó a formarse un misterioso vapor que la hizo estallar en pedazos. Esta extraña emanación ingresó por las fosas nasales de Estefanía y todas las presentes abandonaron los servicios higiénicos apresuradamente.
El Drama de Estefanía
Desde el incidente, el comportamiento de Estefanía cambió radicalmente volviéndose una persona muy agresiva y de reacciones violentas. La relación con su familia se deterioró porque intentó agredir físicamente a sus padres y hermanos. Por momentos padecía de estados alterados de conciencia en los que escuchaba voces llamándola por su nombre o veía extraños seres a su alrededor. Empezó a sufrir extrañas convulsiones que a menudo se confundían con los síntomas de epilepsia. Cuando sus padres le preguntaban qué le pasaba, Estefanía describía que se encontraba en un interminable corredor cubierto por una densa niebla y del que surgían unas voces siniestras que la llamaban.
Con el tiempo los ataques de ira y las convulsiones eran más frecuentes y violentos, al igual que las visiones. En una oportunidad, su hermana Marianela con quien que compartía el dormitorio, vio con espanto que Estefanía levitaba sobre la cama mientras estaba dormida. Pero no fue el único miembro de la familia en presenciar los extraños fenómenos. Una vez, Estefanía fue a planchar su ropa al cuarto de baño, pero llamó a su madre Concepción porque la plancha se encendió sola después de ver a una silueta oscura. Su madre Concepción acudió al llamado y comprobó que efectivamente la plancha estaba encendida pero fría. De repente, la puerta del baño se cerró sola. Ante los gritos de las mujeres, Máximo Gutiérrez fue a auxiliar a su mujer y a su hija a abrir la puerta, algo la mantenía absolutamente cerrada. Cuando el padre de familia se disponía a derribar la puerta, ésta se abrió sola.
La salud de Estefanía se deterioró y fue derivada a distintos Centros de Salud, pero ninguno pudo determinar el tipo de enfermedad que padecía. El 13 de julio de 1991 sufrió de fuertes convulsiones mientras estaba en la cama. Ella se tomaba la cabeza con las manos y arrojaba espuma por la boca. Esa noche ingresó por última vez en el hospital Gregorio Marañon en estado de coma. A las 2 a.m. Estefanía falleció de asfixia pulmonar ocasionada por una convulsión. Los doctores encargados del caso firmaron el acta de defunción concluyendo que la causa de su muerte fue «súbita y muy sospechosa». Desde el momento en que aconteció la extraña muerte, comenzó el infierno para la familia Gutiérrez Lázaro.
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La Casa Maldita
Los días sucesivos transcurrieron en aparente calma en la casa. Esto les permitió intentar sobrellevar la terrible muerte de Estefanía. Ocurrieron algunos fenómenos físicos como ruidos y movimientos de objetos, pero la familia los tomó como un hecho rutinario. Las puertas se abrían y se cerraban solas o la cama de Estefanía aparecía desordenada, pero lo extraño era que los fenómenos se manifestaban a partir de las 23:30 horas, la misma que coincidía con el inicio del coma de Estefanía.
La situación empezó a agravarse cuando Concepción empezó a sentir en algunas noches una gélida mano que le acariciaba el rostro o le tiraba de la sábana. Durante un buen tiempo escuchaba una voz que la llamaba desde el baño contiguo al dormitorio de su hija. Era tal el terror que llegaron a tenerle a ese lugar que ninguno se atrevía a utilizar el baño sin la compañía de alguien, o lo mantenían cerrado con llave.
Los fenómenos en la casa fueron incrementándose en intensidad a tal punto que pusieron en riesgo la integridad de sus moradores. En ocasiones una fuerza invisible los empujaba intentando derribarlos. Una mañana, Concepción y su hijo Ricardo se encontraban sentados en la mesa del comedor, y un vaso de vidrio salió volando en dirección a la cabeza del niño. Afortunadamente el objeto pasó a pocos centímetros de él para estrellarse contra la pared. La situación se fue tornando escalofriante cuando las puertas se abrían y cerraban con violencia sin que existieran corrientes de aire. Para Concepción, la llegada de la noche era angustiante porque alguien se posaba sobre ella mientras dormía.
La familia tuvo que colocar los colchones en la sala-comedor para pernoctar todos juntos. Para aislarse del corredor cerraban la puerta que lo conectaba y la bloqueaban con muebles, pero resultaba inútil porque una fuerza sobrenatural lanzaba los objetos con violencia para abrir la puerta.
La desesperación de los Gutiérrez Lázaro los llevó a recurrir a una serie de parapsicólogos y videntes para encontrar una solución, pero como era de esperarse, se presentaron charlatanes que sólo deseaban aprovecharse de la situación. La intervención de estos personajes contaminó el caso y fue aprovechado por los escépticos para desvirtuarlo.
Quizás el único aporte que realizaron estos personajes es haber mediatizado el caso y captaron el interés de otros investigadores renombrados como Fernando Jiménez del Oso o Germán de Argumosa.
La situación de la familia no mejoró en nada, y el 19 de noviembre de 1992 será recordado por ellos como el día que tomaron la decisión de buscar otro tipo de ayuda.
La Intervención Policial
Aquella noche los fenómenos fueron insoportables y Máximo Gutiérrez cogió el teléfono para llamar a la central de emergencias. Con voz temblorosa reportó los incidentes desde el fallecimiento de su hija Estefanía hasta lo que ocurrió momentos antes. Contó al operador que los crucifijos de las paredes se giraban para quedarse invertidos y que apareció la marca unas garras que habían rasgado un póster. El operador se mostró muy escéptico porque se trataba de una llamada inusual. Pidió hablar con la señora Concepción para reconfirmar la historia y después con uno de los niños. Las tres versiones coincidieron y el tono de voz que tenían evidenciaban que estaban en una crisis nerviosa. La central comunicó a la policía que envíe a una patrulla a la calle Luis Marín para atender el llamado.
El inspector José Pedro Negri y cinco agentes ingresaron al inmueble en compañía de la familia. Al preguntarles por qué estaban en la calle, le dijeron que una sombra negra muy alta estaba merodeando en la casa. Durante la entrevista, los policías se sobresaltaron al ver las puertas de un mueble que se abrían y cerraban violentamente. Cuatro de los agentes se negaron a permanecer en el lugar, dejando al inspector Negri con otro efectivo revisando si el mueble tenía algún mecanismo oculto.
Máximo los condujo al dormitorio de su esposa para mostrarles el crucifijo invertido y el póster desgarrado. Repentinamente un estruendo proveniente del balcón del dormitorio de Estefanía los puso en alerta. Ambos policías fueron a inspeccionar, pero no pudieron establecer el origen del ruido.
Al retornar a la sala, los policías encontraron un extraño fluido viscoso en la mesita del teléfono al que denominaron como «babas marrones». El inspector Negri se arrepintió después de no haber tomado una muestra para analizarlas. Lo que impactó al inspector fue la sensación al entrar al baño que se encontraba en ese momento clausurado. La familia lo había destinado como un depósito de las pertenencias de Estefanía, que se encontraban hacinadas en la ducha. Lo describió después como un lugar gélido y desagradable, que provocaba malestar permanecer allí.
El Informe Policial
Después de realizar la diligencia, Negri se comunicó con la central algo perturbado y describió lo presenciado como «fenómenos inexplicables», redactando posteriormente un acta de ocurrencias que pasaría a la historia como el único caso paranormal en España reconocido en un informe policial.
Después de la intervención policial los fenómenos continuaron manifestándose. El incidente más extraño que caracterizó al Caso Vallecas ocurrió en el Día de Todos los Santos del año siguiente. Concepción encontró el retrato de Estefanía en el piso y cuando lo levantó vio que la foto de su hija estaba quemada. Hasta la fecha no se ha encontrado explicación de cómo pudo quemarse sólo el papel fotográfico, mientras que el vidrio y el marco se encontraban intactos.
Tiempo después, la familia se mudó de la casa y los nuevos inquilinos no han reportado que ocurriera algún fenómeno. Es así como terminó este fatídico caso que provocó una inusitada atención de los medios periodísticos, no sólo por la gravedad de los hechos, sino también por la cantidad de testigos involucrados. Los hechos ocurridos en el Caso Vallecas no tienen una explicación lógica o científica, pero sin lugar a dudas es uno de los episodios más relevantes de la parapsicología en España.
Fuentes:
- El caso Vallecas y lo que nunca se contó (Enlace)
- El Expediente Vallecas: Un Escalofriante caso de Ouija (Enlace)
- Los peligros de jugar a la Ouija: impactantes y dramáticos testimonios (Enlace)
- Los informes policiales del Caso Vallecas (Enlace)
- El caso Vallecas, el único expediente policial en España que recoge sucesos paranormales (Enlace)
- Elijah Bond, el padre de la Ouija (Enlace)
- El expediente Vallecas (Enlace)
- El polémico caso Vallecas (Enlace)
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muy sorprendente