Es un hecho que la ciencia suele avanzar aceleradamente en tiempos de guerra, específicamente en cuanto a la producción de materiales bélicos, que en muchos casos luego son adaptados para el uso cotidiano y hasta doméstico.
En este sentido no resulta extraño que en un conflicto de tanta envergadura como la II Guerra Mundial, los científicos que trabajaban para las potencias en pugna se emplearan a fondo, consiguiendo importantes adelantos tecnológicos que serían implementados para sacar ventaja en el campo de batalla, sin embargo, lo hecho por los nazis va mucho más allá de lo esperado en estos casos, dado que lograron construir armas con potencia sobrenatural de destrucción masiva.
La guerra de los super laboratorios
Es normal que al pensar en la II Guerra Mundial imaginemos aviones, tropas, bombardeos, campos de concentración, entre otros elementos característicos de ese combate armado, no obstante, por increíble que parezca este conflicto no se dirimió en el campo de batalla, pues lo realmente determinante ocurrió tras bastidores, en los super laboratorios diseñados para la producción de armas con un poder destructivo sobrenatural.
Aunque nos cueste reconocerlo es una realidad que los nazis supieron explotar el potencial humano en su máxima expresión, rompiendo todos los paradigmas y barreras naturales en la confección, por ejemplo, de misiles que viajaban a la velocidad de la luz, aviones que rompieron la barrera de la velocidad del sonido y se hacían invisibles según lo considerase el capitán, entre otros adelantos inimaginables que fueron realizados con 100% inteligencia y mano de obra humana.
Es bien sabido por todos que en sus inicios, esta guerra era percibida por la opinión pública norteamericana como un conflicto netamente europeo, por lo que EE.UU no intervino en la primera etapa de la misma, situación que aprovechó muy bien el ejército alemán para literalmente masacrar a media Europa y emprender el exterminio judío.
Ante el avance de las fuerzas del Tercer Reich apoyados en sus fascinantes armas milagrosas, alguna de las cuales disparaban láseres o provocaban catástrofes naturales, a las naciones democráticas de Europa no les quedaba otra opción que rendirse de forma incondicional.
Estados Unidos sería la única fuerza capaz de detener el avasallante dominio nazi y solo porque años antes se habían preparado para esta contingencia, estableciendo alianzas con potencias alienígenas e instalando un laboratorio súper avanzado en el lado oscuro de la luna.
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