Era la primera escala de una travesía extraordinaria. En una soleada pero terriblemente fría tarde de enero de este mismo año, me encontraba en una pequeña isla del Mar Negro cercana a Sozopol, ciudad de la costa oriental de Bulgaria. Sveti Ivan lleva largo tiempo siendo un destino para viajeros: en la antigüedad podía presumir de poseer un templo dedicado a Apolo. Pero yo estaba allí para hablar con un anciano arqueólogo búlgaro sobre el descubrimiento más importante de su carrera.
En el año 2010, Kasimir Popkonstantinov descubrió lo que cree que son los huesos de uno de los santos más famosos de todos los tiempos: San Juan Bautista. Yo estaba interesado en comprobar qué podía decirnos el análisis de ADN sobre aquellos y otros huesos. Acompañado del experto en la Biblia Joe Basile, me encontraba viajando por todo el mundo filmando un documental sobre las pruebas históricas y científicas que vinculan ciertos hallazgos arqueológicos con el mismísimo Jesucristo.
Popkonstantinov realizó su descubrimiento cuando excavaba una iglesia del siglo VI que se encuentra en la isla de Sveti Ivan (San Juan en búlgaro), iglesia construida sobre una basílica del siglo anterior. Mientras raspaba cuidadosamente el barro que cubría el lugar donde se habría encontrado el altar, el arqueólogo búlgaro se topó con una losa de piedra, hallando debajo de ella para su sorpresa una pequeña caja de mármol. Inmediatamente supo de qué se trataba. Para que una iglesia fuera consagrada en esta región de Europa en el siglo V, necesitaba albergar una reliquia perteneciente a un santo u hombre religioso. La caja, en realidad un relicario, albergaría en su interior una reliquia de este tipo.
El arqueólogo continuó excavando en la zona y descubrió otra caja más pequeña, a un metro de distancia aproximadamente. Sobre el canto de esta segunda caja se podía leer una inscripción: «Dios te salve, siervo Tomás. A San Juan.» Cuando Kasimir abrió más tarde el relicario, encontró en él cinco fragmentos de huesos. El epitafio de la caja de menor tamaño, que probablemente servía para transportar los huesos cuando era necesario realizar algún viaje, era el elemento clave de evidencia que llevó a creer al investigador que los huesos podrían haber pertenecido a San Juan Bautista. El hallazgo es de una importancia inmensa, ya que San Juan Bautista era tanto discípulo de Jesús como familiar suyo (su primo segundo), lo que significa que compartirían parte de su ADN.
Gracias a ciertos avances científicos, el estudio del antiguo ADN –la extracción y análisis del material genético obtenido a partir de huesos y fósiles de organismos diversos, hallados excavando en el terreno– está en pleno auge. Disponemos ahora de secuencias de ADN de cientos de individuos que llevan muertos largo tiempo, y el análisis de estas secuencias está permitiendo afinar nuestra comprensión de la historia de la humanidad.
El ADN como prueba de identidad
En un principio era escéptico acerca de lo que podíamos averiguar gracias a los huesos hallados en Bulgaria. Para empezar, ninguna prueba de ADN podía demostrar que los restos realmente hubieran pertenecido a San Juan Bautista, Jesucristo o cualquier otro individuo concreto. No podemos extraer y analizar una muestra de ADN desconocido y afirmar mágicamente que pertenecía a este o aquel personaje histórico. Para hacerlo, necesitaríamos tener una muestra de ADN que inequívocamente procediera de San Juan Bautista con la que poder comparar el de los huesos. Así pues, el hecho de secuenciar el ADN en sí mismo no iba a resultar de mucha ayuda.
Otra consideración importante es el riesgo de contaminación. En un escenario ideal, el antiguo material que buscamos para su análisis genético debería mantenerse intacto y no manipulado por nadie desde que muere el individuo. Las mejores muestras de antiguo ADN son las halladas bajo tierra en excavaciones, ya que basta con meterlas en una bolsa y mandarlas directamente a un laboratorio para su análisis. En los 500 años que pasan entre la muerte de San Juan Bautista y la custodia de sus huesos en el relicario de la iglesia, mucha gente podría haberlos manipulado, dejando en ellos parte de su ADN.
Pero esto no quiere decir que esté todo perdido. El ADN se degrada con el paso del tiempo, de modo que podemos analizar las muestras de ADN extraído de antiguos restos teniendo en cuenta su degradación como indicador. Esto implica que seamos capaces de diferenciar el antiguo genoma del ADN procedente de contaminaciones más recientes. Podemos también intentar obtener ADN del interior de los huesos y secuenciar el ADN de los individuos que sabemos que han entrado en contacto con los objetos hallados para ayudar a separar el antiguo ADN de los elementos contaminantes más modernos.
Lo que nos dice el ADN
El ADN debería ser utilizado como una herramienta adicional en la arqueología. En mi opinión, hay dos claros beneficios que el análisis de ADN puede aportar a este estudio en particular. Podemos comparar el ADN obtenido de una reliquia con el procedente de otras reliquias. Si encontramos otras reliquias supuestamente pertenecientes a San Juan Bautista, o a algún otro pariente cercano de Jesús, podemos utilizar la genética para compararlos y comprobar si es probable que tengan su origen en el mismo individuo, o al menos en individuos de la misma familia. Asimismo, disponemos cada vez de más secuencias de ADN extraídas de personas de todo el mundo que pueden ayudarnos a averiguar el origen geográfico de las reliquias.
Así pues, ¿qué nos dicen los huesos de Bulgaria? La datación de carbono-14 sugiere que sin duda su antigüedad es de 2.000 años. Su secuencia de ADN parece mostrar afinidad con las poblaciones actuales del Próximo Oriente.
Desafortunadamente, cuando hablé con el genetista que realizó la investigación, me dijo que habían descubierto que la secuencia de ADN coincidía con el ADN de la persona que había extraído el material genético de los huesos, lo que hacía más que probable una contaminación de la muestra. Además, disponían de una cantidad muy pequeña de material con la que trabajar, por lo que no parece que vaya a ser posible utilizar el análisis de ADN para llegar hasta el fondo de la cuestión de a quién pertenecieron los huesos.
Sin embargo, también he visitado a otros científicos que estudiaban diferentes reliquias cuyo ADN sí que fue posible analizar. Por ejemplo, una reciente investigación identificó ADN de numerosos individuos en la Sábana Santa de Turín, una pieza de tejido que según algunos investigadores sirvió para envolver el cuerpo de Jesús cuando se le bajó de la cruz.
En Jerusalén también nos reunimos con un hombre que estaba en proceso de secuenciar material del Osario de Santiago, una caja de piedra caliza del siglo I que podría albergar los huesos del hermano de Jesús. También nos vimos en Israel con un arqueólogo que poseía varios clavos de la crucifixión, uno de ellos aún clavado en el hueso del talón de un pobre hombre crucificado. Desgraciadamente es imposible extraer ADN del hierro oxidado.
Aunque el análisis del ADN no puede demostrar que estos elementos sean realmente lo que algunos creen, se espera que estas y otras reliquias puedan algún día aportar datos sobre la posible relación existente entre ellas y sus descendientes modernos. Supongamos por un momento que pudiéramos eliminar por completo la contaminación genética y que los análisis demostraran que el ADN de la Sábana Santa pertenece a alguien de la misma familia que el procedente del Osario de Santiago – y que ambos estuvieran emparentados con el de los huesos de Bulgaria.
¿Podríamos afirmar entonces sin temor a equivocarnos que se trata del ADN de Jesús y su familia? Para responder a esta pregunta, todo lo que necesitamos es un poco de fe.
Este artículo fue publicado anteriormente en Ancient Origins en Español y ha sido publicado nuevamente en CodigoOculto.com con permiso.
Se debería tener en cuenta que la iglesia siempre a comerciado con cualquier cosa y que sin escrúpulos, en toda su historia todo aquello que generaba divisas era una “reliquia” que podía ser adquirida para comprar la salvación. Claro está que ese fenómeno sigue vivo. Crear un mito no es difícil y eso lo sabemos todos y en medio del fanatismo y la ignorancia de la gente de la época, estas “reliquias” valían mucho dinero. Solo bastaba que el correo tuviera un sello de la iglesia para concebirlo el encargo como algo real. Y si los huesos eran de Pepito Perez, entonces nos encontramos que Joshua era primo de PP y no de Juan el Bautista