La existencia de un lenguaje universal que sirve de base a todos los idiomas humanos es materia de debate entre lingüistas, neurólogos y psicólogos desde hace décadas. Aún estamos lejos de probar la existencia de este idioma subyacente, pero un equipo del MIT cree haber encontrado pruebas.
Si la existencia de un lenguaje universal es algo tan importante es porque reescribiría muchas de las cosas que damos por ciertas sobre la manera de pensar del ser humano. Hasta ahora, el máximo defensor de la existencia de este idioma es el lingüista y filósofo Noam Chomsky, que defiende la existencia de una gramática universal. No falta quien no cree en esas tesis y hasta ahora ha sido difícil encontrar elementos que confirmen esa gramática.
Un reciente estudio de la Universidad de Cornell descubrió sonidos que son comunes a más de 6.000 idiomas. Ahora son tres investigadores del MIT los que han encontrado una pauta que no tiene que ver con los sonidos, sino con un concepto más abstracto basado en la distancia entre significados.
Richard Futrell, Kyle Mahowald, y Edward Gibson, del MIT, se basan en un concepto llamado Minimización de la Dependencia de Longitud. Los idiomas tienden a agrupar determinadas palabras para facilitar su memorización. Esas palabras suelen mantenerse siempre a la mínima distancia posible unas de otras dentro de una frase. La cuestión es ¿Se mantiene igual esa distancia de un idioma a otro?
En esencia, lo que han descubierto es que, en más de 37 idiomas, hay palabras que se mantienen a una distancia regular (la menor posible) unas de otras. Algunos idiomas que no dependen tanto del orden de las palabras en la frase (como el alemán o el japonés) pueden llegar a modificar esta distancia, pero lo hacen siempre con reglas para memorizar su significado.
37 idiomas pueden parecer pocos, pero confeccionar una base de datos con ellos no es tarea fácil. El principal problema del estudio es que investiga idiomas que están emparentados de alguna manera. Es preciso introducir más lenguas en el modelo del MIT para corroborar si realmente existen estructuras de significado constantes o no. De momento es una prueba más en este sentido, aunque sea algo tenue aún.
El estudio ha sido publicado en pnas.org
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