Recientemente, científicos han logrado identificar una asombrosa cantidad de 3.700 planetas que orbitan alrededor de estrellas distantes, y saben que hay muchas posibilidades de que muchos de esos planetas tengan lunas, al igual que la Tierra y la mayoría de nuestros vecinos.
Ahora, un artículo reciente informa que la primera posible observación de una luna extraterrestre, si se confirmara, casi con certeza destruiría nuestras mejores teorías actuales sobre cómo se forman las lunas.
El año pasado, un grupo de astrónomos comunicaron que podrían haber logrado detectar la primera luna extraterrestre, orbitando un planeta llamado Kepler-1625 b. Sin embargo, no podían confirmar su hallazgo aún, debido a que sus datos todavía eran inestables. Incluso, en el resumen de su artículo, insistieron en que su hallazgo, «debería ser tratado como una simple insinuación en este momento». Cuando escribieron eso, estaban esperando usar el Telescopio Espacial Hubble para tomar observaciones más detalladas de la mancha celeste.
Desde ese anuncio «sin confirmar», los científicos han logrado detectar el planeta tres veces por separado. Estos avistamientos cumplieron con la hipótesis inicial de que el planeta tenía una luna: notaron diminutas caídas en el brillo causadas por el bloqueo de la luz de su sol. Indicaba que el planeta podría tener una protuberancia imposible, o una luna.
Esta teoría es muy aceptable, no se puede negar. Nuestro sistema solar tiene más de 150 lunas, y no hay razón para sospechar que otros sistemas solares no las tendrían. Pero incluso en nuestro propio sistema solar, las lunas pueden ser difíciles de detectar: los científicos identificaron dos nuevas alrededor de Júpiter en 2017. Teniendo en cuenta los muchos años luz de distancia hace que la hazaña sea aún más difícil.
El nuevo estudio, realizado por René Heller, astrofísico del Max Planck Institute for Solar System Research en Alemania, volvió a analizar los mismos datos, descubriendo que los números no tienen sentido. Los astrónomos no saben cuán grande es Kepler-1625 b; el nuevo documento estima que podría ser desde un poco más grande que Saturno a más de 100 veces la masa de Júpiter, lo que lo convertiría en una estrella muy pequeña. La posible luna, llamada Kepler 1625 bi, estaría entre los tamaños de la Tierra y de Neptuno.
Solo hay un pequeño problema: ese tamaño no tiene sentido con todo lo que los científicos saben sobre cómo se forman las lunas. Hay tres caminos posibles para convertirse en luna: una colisión gigante podría arrojar materia al espacio, donde se agrupa (como ocurrió con nuestra propia luna); pedazos más pequeños de polvo y rocas se pueden unir; o, muy ocasionalmente, la atracción gravitacional de los planetas puede atrapar trozos de roca en órbita.
Basándonos en lo que los científicos saben hasta ahora sobre el (aún teórico) Kepler 1625 bi, tendría que ser mucho más grande que cualquier luna en nuestro propio sistema solar, tan grande que es altamente improbable que ninguno de los dos primeros escenarios sea responsable.
Heller agregó:
La conclusión es que Kepler 1625 bi es uno de los mejores candidatos de exoluna hasta ahora; pero aún no es un buen candidato”.
El estudio científico ha sido publicado en arXiv.org
Jazmin de diego Fernández