De acuerdo con un estudio realizado en 2009 por investigadores japoneses, la bioluminiscencia humana en luz visible existe, pero es demasiado tenue para que nuestros ojos débiles puedan captarla.
Existen un tipo de animales con una cualidad llamada bioluminiscencia. Se trata de criaturas capaces de emitir cierta cantidad de luz visible. Un grupo de investigadores japoneses acaba de descubrir un animal que también es bioluminiscente solo que no nos habíamos dado cuenta: el ser humano.
Sí, resulta que el cuerpo de los seres humanos brilla con luz propia, y no se trata de que nuestra figura sea vivible en el espectro infrarrojo debido al calor. Se trata de una frecuencia de luz que nuestros ojos podrían ver si no fuera por un problema: es demasiado tenue.
Según el estudio, el brillo que emitimos está mil veces por debajo de la sensibilidad de nuestros ojos. Para registrarlo, los investigadores del Instituto Tecnológico Tohoku han grabado con cámaras de alta sensibilidad a tres voluntarios que han pasado tres días en un entorno de luz controlada.
«El cuerpo humano produce destellos, literalmente», escribió el equipo del Instituto de Tecnología de Tohoku en su estudio publicado en PLoS ONE. «La intensidad de la luz emitida por el cuerpo es 1.000 veces menor que la sensibilidad de nuestros propios ojos.»
El equipo hizo este descubrimiento extraño usando cámaras super-sensibles para monitorear cinco varones voluntarios sanos durante 20 minutos cada 3 horas dentro de una habitación hermética a la luz (totalmente a oscuras) durante tres días consecutivos (en el medio del sueño, por supuesto).
Ellos encontraron que los participantes «brillaban» durante todo el día, con los puntos más brillantes apareciendo alrededor de la frente, las mejillas y, el cuello en la tarde. La bioluminiscencia más tenue se registró a altas horas de la noche.
Y esto no era la radiación infrarroja causada por el calor – a pesar de lo que muestren las imágenes. Esas señales son en realidad de fotones (partículas de luz) – no el calor:
Los resultados no solo confirman que el ser humano brilla, sino además que su resplandor cambia a lo largo del día en función de su reloj biológico. El momento en que más luz emite es a primera hora de la tarde, mientras que a luminosidad se reduce hasta casi desaparecer en las hora nocturnas.
En cuánto a qué produce la luz, la respuesta es interesante. Se trata de un efecto secundario de nuestro propio metabolismo. El organismo emite radicales libres que interactúan con las proteínas y algunos lípidos para producir este delicado fulgor. Aparte de satisfacer una simple curiosidad científica, el estudio servirá en el futuro para estudiar los cambios en el metabolismo estudiando nuestra luminosidad.
El equipo espera que en el futuro, podríamos ser capaces de escanear la superficie del cuerpo de una persona para comprobar los niveles de luz, lo que podría indicar condiciones médicas expresadas en cambios en el metabolismo.
«Si se puede ver el brillo de la superficie del cuerpo, se podría ver toda la condición corporal», dijo un miembro del equipo de Masaki Kobayashi a Live Science.
Así que la próxima vez que alguien le dice que está brillando, sabrá que está diciendo la verdad.
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