El origen de la vida en la Tierra es causa de un debate interminable entre teóricos e investigadores. Aún no tenemos la certeza de dónde y cómo se originó la vida en este planeta. Algunos estudiosos han planteado que pudo ser sembrada por cometas que impactaban contra la superficie del planeta, y si es así, ¿es posible que otros cometas hallan llevado vida a otros planetas? ¿qué formas de vida podrían existir en esos otros planetas?
Los constituyentes biológicos fundamentales para la vida son compuestos orgánicos que pueden ensamblarse entre sí para formar proteínas, así como ARN y ADN, elementos básicos para las células vivas. Y resulta que hasta el momento, los investigadores han encontrado la mayoría de estos compuestos básicos tanto en cometas como en meteoritos, aunque también, «sueltos» en el espacio, mezclados con el polvo interestelar. Sin embargo, la ribosa, un azúcar que constituye el «esqueleto» del ARN, nunca había sido hallada fuera de nuestro planeta, hasta hace poco. Un equipo de investigadores franceses ha anunciado en la revista Science, que la ribosa puede formarse en cometas, sorprendiendo de esta forma a la comunidad científica internacional, y dotando de fuerza a la Teoría de la Panspermia, que postula la la idea de que la vida fue “sembrada” en la Tierra por estos «vagabundos espaciales».
Al igual que el ADN, el ARN (Acido ribonucléico) codifica información, a pesar de ser una molécula más simple. Una popular hipótesis científica sugiere que las formas de vida más primitivas habrían usado ARN en lugar de ADN para transmitir la información genética a las nuevas generaciones. Incluso en la actualidad, con múltiples formas de vida compleja plenamente desarrolladas, las células siguen utilizando ARN para que transporten la información necesaria para que las proteínas se ensamblen de la forma correcta. Incluso siguen existiendo virus cuyos genomas se basan exclusivamente en el ARN.
¿Pero cómo pudieron esos componentes llegar hasta la Tierra? Cualquier azúcar o molécula orgánica formada en el disco protoplanetario habría tenido que sobrevivir a los múltiples impactos sufridos por los granos de hielo al juntarse para formar cometas y asteroides. Y aunque recientes experimentos sugieren que este proceso podría no ser violento en absoluto, las colisiones continuas entre los pequeños fragmentos de material habría tenido que destruir, si no a todas, sí a la mayor parte de estas moléculas orgánicas.
Evidentemente, no fue así. Diversos experimentos en los que se dispararon unos contra otros granos helados han demostrado que también este proceso puede conducir a la formación de compuestos orgánicos, como por ejemplo aminoácidos. La Tierra se formó gracias a la colisión y fusión de objetos más pequeños, como cometas y asteroides. El calor liberado por estas colisiones, sin embargo, se hizo tan intenso que formó un océano de magma sobre la superficie de la Tierra naciente. Y eso sí que debería haber destruido cualquier componente orgánico que estuviera presente. Una segunda “oleada” de cometas y asteroides lloviendo sobre el joven planeta debió ser, por lo tanto, la responsable de liberar en él los compuestos orgánicos necesarios para la vida.
Otros mundos «sembrados con vida»
El hallazgo viene a sumarse al número creciente de evidencias que sugieren que los «ladrillos de la vida» son extraordinariamente comunes en todo el Universo, lo que nos lleva a la tentadora posibilidad de que otros mundos que reunieran las condiciones adecuadas también podrían haber sido «sembrados». Ahora, la gran pregunta es saber cuál es la probabilidad de que esos pequeños ladrillos básicos se ensamblen, efectivamente, hasta formar un ser viviente. Para ello, las moléculas deben alcanzar concentraciones que permitan desencadenar reacciones adicionales, y eso aún no ha podido encontrarse en ningún meteorito. Aunque los nuevos experimentos sugieren que esas grandes concentraciones sí que podrían darse en los cometas.
Pero esto no es todo, la ribosa no es el tipo de azúcar más abundante que se formó durante los experimentos de los científicos. Lo cual nos lleva a la pregunta de si en algún lugar del Universo, pudo formarse alguna clase de vida basada en otro tipo de azúcar y, por lo tanto, con un mecanismo de codificación diferente al ARN. Y si fuese así, ¿cuánta agua haría falta para que el proceso funcionara? ¿Sería necesaria una superficie sólida? Responder a estas cuestiones es el punto actual en el que se encuentra la investigación. Y el paso necesario para comprender si la mera presencia de los componentes básicos de la vida por todo el Universo fue suficiente, o no, para que pueda surgir vida fuera de la Tierra.
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